Ceci Bauza

Durante mucho tiempo se asoció el liderazgo con fortaleza, certeza y control absoluto. Como si un buen líder fuera aquel que siempre tiene todas las respuestas. Sin embargo, el mundo cambió, y con él también la manera de entender el liderazgo. Hoy, la vulnerabilidad dejó de ser vista como debilidad para convertirse en un verdadero acto de coraje.

Vulnerabilidad no es fragilidad

Ser vulnerable no significa ser débil. Al contrario: implica atreverse a mostrarse humano. Implica reconocer que no sabemos todo, que podemos equivocarnos, que necesitamos de los demás.

Un líder vulnerable no pierde autoridad; al contrario, gana conexión auténtica con las personas que lo rodean. Porque pedir ayuda, escuchar, abrir espacio a otras voces y animarse a preguntar más que a responder no resta poder. Suma confianza.

El valor de pedir ayuda

Pedir ayuda puede ser incómodo, sobre todo en culturas donde al líder se lo mide por la seguridad que proyecta. Pero animarse a hacerlo es un signo de madurez. Reconocer que necesitamos del otro no nos hace menos, nos hace más.

Al pedir ayuda, creamos un entorno donde también los demás se sienten habilitados a hacerlo. Y eso construye equipos más honestos, más colaborativos y más resilientes.

En mi propio camino, fue en los momentos en que me abrí, mostré mi vulnerabilidad y pedí ayuda donde más evolucioné y crecí. Acompañada, siempre fue mejor.

Un camino de conciencia

La vulnerabilidad es un camino de conciencia. Una vez que te animás a transitarlo, no hay marcha atrás. Porque al vivirlo, descubrís que detrás de esa incomodidad inicial se abre un espacio de enorme crecimiento.

Estar conectado con vos mismo te permite cultivar cualidades que transforman tu manera de liderar: empatía, escucha, compasión, autenticidad. Y cuando un líder lidera desde ahí, impacta de manera distinta: inspira desde la verdad, no desde la apariencia.

El nuevo valor del liderazgo

Hoy, en tiempos de transformación constante, la vulnerabilidad ya no es opcional: es un valor esencial. Es lo que nos permite sostenernos en la incertidumbre, conectar genuinamente con los demás y abrir conversaciones que nos llevan más lejos.

Porque al final del día, el verdadero coraje no está en parecer invulnerables, sino en animarnos a ser auténticos.